lunes, 1 de abril de 2013


Sabor Oscuro.
A diez años egresada del Instituto Universitario de Detectives y desde entonces trabajando en el Departamento de Homicidios, Moraima Torres creía haberlo visto todo. Mientras completaba los últimos datos para cerrar el expediente, aún su racionalidad, no asimilaba los hechos encerrados en aquel montón de documentos, declaraciones, pruebas de laboratorio y apuntes de investigación.

Por su experiencia sabía que el ser humano podía ser capaz de los crímenes más espantosos de concebir, en busca de de dinero, el honor perdido o una pasión enfermiza, pero este caso que le había robado los últimos seis meses de trabajo, le decía que aun mas allá de cualquier maldad del hombre, había una fuerza peor creadora de ideas retorcidas en la que el mismo diablo debe tener metida la mano.

Según lo que arrojaron las investigaciones, las seis víctimas del caso, fueron adolescentes masculinos, estudiantes de liceos públicos del oeste de la ciudad y con pasión hacia el género musical del rock y el heavy metal. Todos fueron contactados en el último concierto de una banda extranjera celebrado en un estadio y todos se conocieron entre si y fueron asesinados de la misma manera.

El caso que más conmovió a Moraima, fue el de Johnny Perdomo. Siendo este el penúltimo en morir, antes de fallecer pasó dos días en el hospital y su testimonio revelador, ayudó a esclarecer el resto de los crímenes y a la captura final de los culpables, pero no impidió que un joven más fuera asesinado.

Johnny Perdomo tenía catorce años, vivía en un barrio pobre de los suburbios y creció en un hogar desarticulado, donde un padrastro abusador propinaba palizas a los varones y manoseaba a las niñas de la casa.

En plena adolescencia, encontró en el rock pesado un refugio que lo hacía sentirse lejos de su pobreza y su desgracia. En un reproductor de mp3 que logró robarse en una tienda, se aficionó a escuchar bandas de heavy metal de los años ochenta como Van Halen, Metallica y Black Sabbath., se aisló del mundo oyendo aquel ritmo estridente del que no entendía una palabra.

Durante el proceso policial, al preguntar a familiares y amigos, todos coincidieron en que por esos días el joven tenía  nuevas amistades, siempre escuchaba música en unos audífonos y ya casi no se le veía por el barrio. El día seis de Junio en la tarde recibió un mensaje de texto en su celular, invitándole a la presentación de una nueva banda de rock en un galpón abandonado de la zona industrial.

Juan Andrés López, de veinticinco años, a quien Johnny había conocido un mes antes a la salida del concierto, lo recogió a las seis de la tarde en un centro comercial. Después de dos horas en el tráfico, llegaron al sitio y entraron por una puerta lateral del almacén. El abandono y la oscuridad del lugar, le hicieron saber al muchacho que había algo raro. Preguntó por la banda y el público y su acompañante sonrió mostrando unos colmillos de metal muy puntiagudos, que hasta ese momento habían pasado desapercibidos. De algún rincón en la oscuridad, comenzó a escucharse un rock donde el vocalista gritaba en ingles “Corre por tu vida”, que era el titulo una conocida canción.

El hombre agarró al muchacho por el brazo y lo mordió a la altura de la muñeca, fue un mordisco de bestia hambrienta que le hizo retorcerse de dolor. Un pedazo de carne fue arrancado de cuajo mientras que el agresor absorbía con desesperación  la sangre que comenzaba a manar, en ese momento, sin saber una palabra de inglés, Johnny siguió la letra del coro, se apartó de su agresor y en la penumbra corrió para tratar de salvarse.

Se apretó la herida con la mano, pero la sangre ya le empapaba los pantalones. La música y un olor a humedad lo invadían todo, trató de orientarse entre las sombras para saber donde había quedado la puerta, pero la sensación de tener alguien muy cerca, le hizo olvidar la salida  y tratar de defenderse. Sus pupilas se habían acostumbrado a la penumbra y vio claramente a otro de los tipos que conoció en el concierto, este lo saludó por su nombre y en ese momento se dio cuenta que al igual que el primero, iba vestido de negro y de inmediato se fijó en los colmillos.

Este era más alto y fuerte que el anterior. De un salto estaba junto a él y le inmovilizó con una llave de lucha. Trato de suplicar, de pedir clemencia. Pero le interrumpió un segundo mordisco muy cerca del cuello. Esta vez la mordida fue aún más dolorosa. Los dientes de metal engancharon una parte de los músculos del hombro y el agresor atenazó la mandíbula y  sacudió varias veces al muchacho  buscando las venas de la garganta. Johnny atormentado, gritó pidiendo ayuda, en un alarido que hizo eco sobre el sonido del rock. Su atacante chupó sangre de la herida por unos momentos y le liberó para que huyera.

No había que ser muy inteligente para saber que esos hombres eran una especie de vampiros y que aquello era un festín y él, era el plato principal. Se sintió la presa de una cacería y en medio del pánico, olvidó por completo seguir buscando la puerta de salida y se resignó al siguiente ataque.

Eran ya las once de la noche y los gritos de dolor y miedo, despertaron a un indigente que dormía en la orilla de un riachuelo nauseabundo al fondo del almacén. El pordiosero caminó un kilometro hasta la carretera principal, e informó a un policía que hacía ronda en un carro patrulla, pero el agente desestimó la denuncia al ver la facha del viejo.

Durante esos minutos Johnny estuvo escondido bajo una escalera que daba a un segundo piso. Al dar unos pasos, algo muy pesado cayó sobre él derribándole. Un tercer atacante le montó las rodillas en sus antebrazos, dejándolo indefenso, se acercó a su cara y le mordió la mejilla derecha, esta vez la sangre le inundó los ojos, pero pudo ver  que el hombre reía y los colmillos se abalanzaron nuevamente hacia él,  un dolor punzante como de hierro caliente, le hizo darse cuenta que una de sus orejas era arrancada. El atacante con la boca llena de sangre y piel, giró y desapareció en la oscuridad. Johnny ya no tuvo fuerzas para levantarse y se limitó a seguir gritando con la poca voz que le quedaba. Se sintió halado por una pierna y volteado boca abajo, y alguien mas  comenzó a morder su espalda, mientras el coro de la canción repetía: “run for your life , run for your life…  if you can”.

Fue Moraima Torres quien escuchó en la frecuencia del radio oficial, el comentario de un viejo loco que había escuchado gritos en un área abandonada de la zona industrial. Ya estaba por terminar su turno de guardia, pero su intuición la empujo hasta el sitio. Encontró al viejo sentado en una acera y le sacó la información del lugar exacto. Al entrar, halló al joven sobre un charco de propia sangre y con un hilo de vida.

Toda la información del ataque y un trabajo arduo de investigación, le permitió descubrir que los colmillos de metal eran fabricados con acero y fijados a través de unos implantes fijos en la parte superior de la dentadura,. Esto permitía poder removerlos y volverlos a colocar a voluntad. Este trabajo dental llegaba a costar unos tres mil dólares y era hecho por odontólogos sin licencia en las grandes capitales del exterior, pero no en el país. En el submundo de las bandas de rock pesado de la ciudad, se localizaron cincuenta jóvenes quienes los usaban.

Le pareció increíble saber, como en países desarrollados, miles de muchachos se reunían en pandillas para lucir estos dientes afilados y practicar actos satánicos. Descubrió además, que grupos de culto a la magia negra y practicantes de ritos de vampiros como beber y bañarse con sangre humana, se habían extendido en forma alarmante, Nueva york era la metrópolis con más grupos aficionados al tema de los vampiros.

Mientras la detective consiguió esta información, el cadáver del último joven fue hallado en unos matorrales de un parque municipal.

En la detención de catorce sospechosos que usaban los colmillos de acero, ocho de ellos habían viajado a Nueva York por lo menos dos veces en el último año. Uno de los que sospechosos, María Luengo, de veintitrés años, estudiante de diseño gráfico quien aprendió inglés en Estados Unidos y se decía perteneciente al movimiento “Gótico”, se contradijo en un interrogatorio y al final confesó haber participado en los homicidios, y delato a cinco personas mas. Todos los miembros del grupo fueron detenidos, a excepción de Juan Andrés López, el líder, su familia lo sacó del país y lo internó en un hospital de locos, para salvarlo de la cárcel y de si mismo.

Los periódicos presentaron el caso y apodaron los asesinos como la banda de “Los vampiros”. Sin embargo, en asociación con las historias de vampiros, la brutalidad de los crímenes fue tan atroz, que las historias del conde Drácula parecían cuentos de niños. Según los homicidas el nombre real del grupo era “Dark Flavor”, que traducido al español se traduce en algo como “Sabor oscuro”.

Torres se ganó una condecoración por su trabajo para esclarecer el crimen. Durante el brindis en el club de oficiales, un joven mesonero le ofreció un vino tinto del sur, que a ella le pareció muy bueno. Mientras le servía la segunda copa el joven la miró con firmeza y le dijo, que este vino era tan apetitoso por tenía “un toque de sabor oscuro”.

MH

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